Sociedad | 11/05/2024

El libro: valioso instrumento para la educación boliviana

Nick Fewings/Unsplash

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Brújula Digital|11|05|24|

Mirna Quezada

Sin duda uno de los mejores inventos de la humanidad es el libro, al margen de otros que son elegidos a través de encuestas o incluso por la Inteligencia Artificial (IA). Práctico en su manejo y transporte; perdurable por años; perfecto para una colección; provocador de muchas sensaciones; cuidador de la salud visual y –sobre todo– gran instrumento para una educación en niños, adolescentes y jóvenes.

En Bolivia, como en otros países, la omnipresente tecnología intenta con fuerza dejar de lado el valor del libro impreso; sin embargo, éste tiene mucho que ofrecer para llegar a ese público –que aunque se reduzca cada vez más– no está dispuesto a dejar que la experiencia sensorial de la lectura sea desplazada por la displicencia de cualquier pantalla.

A pesar que el objeto impreso se encuentra en una encrucijada desventajosa con la IA (Chat GPT, por ejemplo), libros digitales, Whattpad, audiolibros y otras aplicaciones que se encuentran de manera fácil en dispositivos electrónicos como tablets, computadoras portátiles y –especialmente– celulares, éste sobrevive en bibliotecas, ferias, kioscos callejeros y varias librerías.

Sin embargo, en el país faltan trabajos concretos para promover la lectura así como para el mantenimiento de la oferta y demanda de libros, en lugar de desvalorizar este material. Adicionalmente, en las unidades educativas existe poca motivación para lograr que el hábito de lectura sea mayor y los métodos de enseñanza de la lectura son defectuosos o –peor aún–no se practican, lo que deriva en el poco interés por estudiar con estos valiosos textos.

Expertos en la materia afirman que el hábito de leer no es innato y -por el contrario- es algo que se tiene que desarrollar gradualmente mediante un proceso de aprendizaje, para que se vuelva costumbre y subsiguientemente sea realizado de forma constante. En ese marco los incentivos que se den en el hogar, la escuela, clubes de lectura, grupos comprometidos con estos objetivos y –especialmente– el Gobierno, son significativos.

De gran relevancia tiene que ser el favorecer la comunicación entre lectores, autores, librerías, editores, bibliotecas, etc. para que los libros no sean objetos costosos, en algunos casos hasta de lujo y que se pueda lograr la distribución gratuita mediante diferentes medios como periódicos, variedad de ofrecimientos en bibliotecas; librerías de material usado, ferias, estanterías rodantes o bibliotecas móviles.

El Ministerio de Educación debería ser la cartera del Estado que elabore políticas adecuadas con el fin de establecer espacios creativos que promuevan el interés por los libros en niños, adolescentes y jóvenes; iniciar la organización de clubes de lectura; formar redes de intercambio y donación de libros así como planificar cursos, talleres y programas festivos para que la lectura se ponga de moda al igual que en otros países.

Que Bolivia forme parte de esa lista en los próximos años y sea conocido como país lector y escritor de textos originales sin imitaciones baratas –por supuesto– sería definitivamente gratificante porque no sólo contamos con excelentes literatos nacionales (damas y caballeros); sino tenemos un buen número de leyentes que están ávidos ante cualquier presentación de libros y que adquieren ejemplares de escritores extranjeros también.

El mes pasado se festejó el 23 el Día Mundial del Libro el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, fijado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 1995 porque justo alrededor de esta fecha, murieron tres grandes de la literatura universal: Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega de acuerdo a un artículo publicado en National Geographic.

La fuente citada añade que inicialmente fue el escritor valenciano Vicente Clavel el que impulsó la propuesta que se presentó en la Cámara Oficial del Libro de Barcelona en 1923 para dedicar un día de cada año a celebrar la Fiesta del Libro. Dos años después, reiteró su proposición en Cataluña e inició gestiones en Madrid hasta que el 6 de febrero de 1926, el rey Alfonso XIII aprobó y firmó el Real Decreto por el que se estipulaba que el 7 de octubre de todos los años se conmemoraría el nacimiento de Cervantes con una fiesta dedicada al libro español.

En 1930, se instauró al 23 de abril como Día del Libro, porque la fecha coincidía con la del fallecimiento de Cervantes y la celebración de Sant Jordi, patrón de varios países. Posteriormente, la Unión Internacional de Editores y el gobierno español presentaron a la UNESCO la propuesta de convertir la fecha en celebración internacional y en 1995 se declaró el 23 de abril como Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor.

La Directora General de la UNESCO, Audrey Azoulay afirmó que “los libros son herramientas vitales para acceder, transmitir y promover la educación, la ciencia, la cultura y la información en todo el mundo. Los libros nos informan, nos entretienen y nos permiten comprender mejor nuestro mundo”.

Adicionalmente, anunció la designación de Río de Janeiro como Capital Mundial del Libro 2025 que sucede a varias ciudades alrededor del mundo.

“Las ciudades designadas Capital Mundial del Libro por la UNESCO se comprometen a promover el libro y la lectura para todas las edades y grupos de población, dentro y fuera de sus fronteras, y a organizar un programa de actividades para el año”, señala una publicación de la organización. Es de esperar que el gobierno boliviano impulse la actividad de lectura para que un día, alguna ciudad de Bolivia sea designada Capital Mundial del Libro.

Soñar no cuesta nada y un libro… ¡Qué mejor ingenio para combatir la ignorancia y las guerras de todo tipo!

Mirna Quezada es comunicadora social.



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