Sociedad | 08/03/2024

A sus 50 años, Martha Quispe se hizo electricista profesional para cambiar su vida

Martha Quispe se graduó en noviembre pasado de técnico superior en electricidad industrial. Foto: Sumando Voces

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Mery Vaca y Yenny Escalante

Sumando Voces|08|03|24

Lejos de echarse a llorar, Martha Quispe Guarachi se propuso cambiar su vida aquel día en el que su esposo la lastimó profundamente. “Decidí estudiar porque tuve un altercado con mi esposo. Me dijo palabras muy ofensivas, entonces tomé la decisión y me dije ´tengo que hacer algo, tengo que encontrar un rumbo, una meta y no quedarme así porque no es nada bueno escuchar palabras ofensivas”, relata Martha en una entrevista con Sumando Voces.

Se dirigió al centro de capacitación de su barrio, en El Alto, donde sólo quedaban dos cursos, el de tejido de chompas y el de electricista. Entonces, recordó otro episodio doloroso con su esposo, quien se había enojado con ella porque confundió unos cables cuando le ayudaba en el taller mecánico.

“Electricidad, por qué no, así podré tener el conocimiento para que nadie me vuelva a llamar la atención”, pensó Martha y se decidió por ese oficio que por entonces era un asunto de hombres.

A sus 50 años, Martha se graduó en noviembre pasado de técnico superior en electricidad industrial del instituto Marcelo Quiroga Santa Cruz y ahora ejerce su profesión entre cables, fases, neutros, tierras, térmicos y motores.

Comparte los gastos de la casa en partes iguales con su esposo y, en vez de cargar con todas las tareas del hogar para sí misma como ocurría antes, ahora delega responsabilidades entre todos. Tiene dos hijos (uno de 27 años y otro de 15), es abuela de una niña de dos años y, toda empoderada, está dispuesta a inspirar a otras mujeres.

Al principio no fue fácil. “Todo era chino para mí”, dice recordando esos primeros días de aprendizaje. En el centro de capacitación conoció a otras estudiantes que habían tomado el mismo curso y luego se integró a una asociación, donde encontró a otras mujeres que eran pintoras, electricistas, maestras de obra gruesa y otras ramas de la construcción.

Luego vendría otro curso convocado por el entonces alcalde Luis Revilla que, según recuerda Martha, tenía la idea de cambiar todas las luminarias de la ciudad con mano de obra de mujeres. Hizo el curso, pero la pandemia frenó los planes municipales. Sin embargo, ahí conoció a un ingeniero que luego lanzaría la convocatoria para estudiar en el instituto.

“Empecé a estudiar a nivel profesional, como tiene que ser, y de esa manera es que logré esta aventura de estar entre cables y que poco a poco me llegó a gustar más”, dice.

Salir de su mundo para ir a estudiar tampoco fue fácil. “Contra viento y marea tuve que salir de casa para realizar mis estudios. Cuando empecé (mi esposo) me dijo ´no vas a poder, para que te estás metiendo en cosas de hombres, estás perdiendo tu tiempo, no vayas’. Hasta mis hijos me decían ´no mami, qué estás haciendo, no vas a poder, estás perdiendo tu tiempo´ O sea, todo era negativo, negativo, negativo. Pero yo dije ´voy a poder, tengo que poder”. Y ella pudo, recontra pudo.

Recuerda que cuando empezó, eran 50 postulantes, de los cuales, sólo dos eran mujeres, pero eso no le importaba. Ella estaba enfocada en vencer cada semestre porque hacía varios años que había terminado el colegio y tenía que recordar o aprender fórmulas, trigonometría, algoritmos y mucho más.

Mientras estudiaba también trabajaba y ahora, que está a la espera del título, lo sigue haciendo. Su mayor obra, por ahora, fue encargarse de la instalación eléctrica de una casa de tres pisos, pero ella está lista para mucho más.

“La electricidad industrial abarca motores, electricidad domiciliaria, que es en la que me estoy especializando, para lo que sigo tomando cursos, por ejemplo, hice uno en Ibnorca, para saber cómo tiene que ser la norma”, cuenta. Ella es detallista y no sólo se preocupa de que un aparato funcione, sino que se propone cumplir las normas, el código de colores y otros aspectos técnicos.

“Los varones nos ganan en la fuerza, pero la fuerza nosotras podemos suplir con las herramientas”, reflexiona esta mujer que para cada problema encuentra una solución. Y esta lógica aplica en su vida profesional porque se compró una máquina para picar paredes porque para eso necesitaría mucha fuerza.

Cuando salió bachiller, Martha estudió secretariado ejecutivo, pero cuando nació su hijo, y a exigencia de su esposo, tuvo que quedarse en casa. Pese a que estaba a cargo del trabajo doméstico, hacía lo posible por aportar económicamente haciendo uno que otro trabajito, hasta aquel día en que se propuso cambiar.

Ahora no sólo está mejor económicamente, sino que ella siente que es una mejor persona. “Soy yo, yo me defiendo, he aprendido a lidiar con mis frustraciones, con mis fracasos, uno tiene que aprender a sobresalir, no quedarse ahí”, señala.

Además, quiere inspirar a otras mujeres. “En este día que de la Mujer les digo que sí se puede, si uno se traza una meta, todo se puede. Sí, implica sacrificios, desveladas, despertarse temprano, pero se puede. Es cuestión de que uno se proponga y llegue al objetivo, y una vez que uno llega ya se siente feliz, se siente hecha y derecha y puede ser motivación para muchas mujeres”, concluye la electricista Martha Quispe Guarachi.

Martha Quispe es integrante de la Asociación de Mujeres Constructoras (Asomuc), que a su vez forma parte del colectivo Urbano, que cuenta con el apoyo del programa Urbano de UNITAS.


BD/



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