Sociedad | 25/04/2021

Noche en el paraíso, gánsteres en clave coreana

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Brújula Digital |24|04|21|

Rodrigo Ayala Bluske / Tres Tristes Críticos

Noche en el paraíso, como gran parte de las producciones asiáticas, da testimonio de la importancia que tiene el melodrama en las culturas de dicha zona geográfica. Los gestos, las exclamaciones, las actitudes solemnes y angustiosas, remarcadas, que nos llamaban la atención en las cintas clásicas de Kurosawa, por ejemplo, están aquí presentes e inclusive imbuidas de cierta sofisticación.

Y es que en la película que comentamos, esa tendencia, natural, a la teatralidad en los gestos y expresiones, propia de determinados tipos de formaciones culturales, no solo se expresa en la situaciones y diálogos, sino también en la acción y el mismo gore. Las balaceras o los enfrentamientos físicos en Noche en el Paraíso no son ni coreografías para el disfrute (como se dan en las cintas de John Woo o de Jackie Chan, por citar ejemplos de distintos tipos de cine) ni ejercicios de gore realizados para turbar la sensibilidad del espectador. En este caso se trata de expresiones melodramáticas en las cuales el héroe o la heroína disparan o golpean en forma exagerada para mostrar la desesperación emocional en la que se encuentran. De ahí que esta cinta coreana, y dirigida por Park Hoon-jung, resulta siendo un ejercicio de estilo que combina los diálogos densos, los enfrentamientos de caracteres contrapuestos y finalmente las escenas de violencia repetitiva y estilizada.

Quizás el elemento más atractivo de la historia se encuentre en la combinación de los dos protagonistas: una pareja de condenados a muerte, ella por una enfermedad terminal y él por la sanción dada por los grupos mafiosos con los que se ha enredado (protagonizados respectivamente por Jeon Yeo-been y Uhm Tae-goo). Una de los aciertos centrales del director consiste en no haber planteado ninguna intención romántica respecto al dúo. Si hay alguna intención sexual en un momento dado, no es mas que un gesto desesperado que fracasa de inicio fruto de la angustia y la soledad. Jae-yeon, el personaje de la mujer enferma, y Park Tae-goo, el varón, no quieren, y probablemente tampoco pueden, dadas las circunstancias que viven, tener un vínculo amoroso, pero se ven obligados a estar juntos debido al destino trágico que desde un principio intuimos tendrán que enfrentar.

Todos los personajes de la película, de 131 minutos de duración, parten de situaciones extremas: el protagonista que ve cómo son asesinados su hermana y su sobrino enfermo, el jefe mafioso agredido por error, su rival humillado cruelmente, la muchacha a la cual le quedan unos pocos días de vida.

La costumbre que tenemos al edulcoramiento del cine norteamericano nos hace pensar hasta determinado momento que los personajes pueden tener una oportunidad de redención en la cinta; sin embargo, otra de las virtudes, en este caso de parte del guion, se encuentra en que el sino trágico de la historia no hace más que irse acentuando sin ninguna vuelta de tuerca posible. Por ello es que el final acorde al estilo general planteado por el director es el de una violencia lenta, pero no debido al uso de la cámara o a la velocidad de las acciones de los personajes, sino por la repetición de los golpes, heridas, gritos, etc., que remarcan el tono melodramático del que hablábamos al principio.

La crisis de contenidos provocada por la pandemia, que se debe a la suspensión de los rodajes y la caída del mercando cinematográfico, ha tenido como efecto colateral positivo que las plataformas de streaming, especialmente Netflix (donde se encuentra esta película) y Amazon, tengan que buscar productos variados para reforzar su programación. Es el caso de esta cinta a la cual vale la pena, definitivamente, ver.



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