Política | 31/12/2023

|OPINIÓN|Bases reales para una alianza efectiva|Gonzalo Flores|

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Brújula Digital|31|12|23|

Gonzalo Flores

Anuncié en mi último artículo que me esmeraría en señalar la manera en que se podría construir una alianza efectiva contra el masismo, el estatismo, el colectivismo, el socialismo, el indianismo y otras doctrinas afines, que están juntas y se unen más cuando se trata de conservar el poder para seguir parasitando a la población y extrayendo sus ingresos. Porque para vencer al MAS y sus aliados se necesita una amplia alianza. Lo óptimo sería vencerlo en la primera vuelta electoral; la segunda opción es vencerlo en el ballotage.

Hasta ahora, los intentos por forjar una alianza han empezado por definir quiénes podrían ser los miembros de la alianza: estos, aquellos, los de más allá; aquellos sí y aquellos no. Los promotores han pensado un poco en partidos afines y bastante más en las características deseables del que sería candidato a Presidente.  Cada cual ha subrayado los méritos de su caudillo; algunos han elaborado una lista de requisitos: el candidato debe ser joven, oriental, renovador; debe generar confianza, ser capaz de generar un sentimiento de afecto en la gente, etcétera. Algunos han añadido las características del candidato a Vice. Han pensado –la mayoría– en mujeres, y han añadido: si el candidato a Presi es de clase media, ella debe ser de clase baja; si el primero es oriental, ella debe ser colla, o al revés.

Esas elucubraciones y aproximaciones no tienen ninguna utilidad.

Tampoco las han tenido las ideas “doctrinarias” generales, como ponerse de acuerdo en una buena justicia, un sistema electoral confiable, en recuperar el prestigio de la política, reducir la corrupción, etc. Estas ideas son correctas, pero no son convincentes y no son movilizadoras. No habrá un solo partido que no las ofrezca, incluido el MAS. Además, en última instancia, los disminuidos partidos políticos que pueden terciar en las elecciones lucharán, en primer lugar, no por el poder, sino por lograr una representación en la asamblea legislativa, que les asegure continuidad, y en segundo, para salvar sus vidas. De no alcanzar el temido 3% de los votos válidos, perderán su personería jurídica y pasarán a las hemerotecas en condición de polvo.

¿Cuál debe ser entonces el modo de unir a los opositores genuinos?

Me parece que las fuerzas genuinamente opositoras deben ponerse de acuerdo primero en lo que harían específicamente si tuvieran el poder, y después, en el procedimiento para elegir a su candidato. Las fuerzas que quieren concordar podrían ponerse de acuerdo en unas pocas acciones esenciales de gobierno, que se comprometerán a ejecutar, con independencia de quién sea el candidato y cuál su partido. 

Esas acciones pocas son: la fijación de límites estrictos al endeudamiento del gobierno y a la emisión de moneda, la privatización y eliminación de todas las empresas públicas, la reducción sustancial de ministerios, la eliminación de los subsidios a hidrocarburos y alimentos, el levantamiento total de barreras al comercio exterior, la flotación de la tasas de interés, la desregulación total del mercado laboral, la reducción del número de impuestos y de sus alícuotas. Podríamos añadir algunas más: la iniciación de un proceso de reforma de la CPE, la reforma de la justicia, la instalación de derechos plenos de propiedad privada en todos los sectores de la economía, la transparencia total de todos los actos financieros y administrativos del gobierno en todos sus niveles, y las reformas de los sectores de salud y educación que los conduzcan paulatinamente hacia soluciones de mercado.

Si logramos ponernos de acuerdo en lo que hay que hacer, nos será mucho más fácil escoger a quién encabezará el cumplimiento de esas tareas. El candidato podría ser elegido mediante elecciones primarias –un camino lleno de incertidumbres y dificultades legales- o mejor, por la vía de encuestas a la población, no sólo a los militantes. Strictu sensu, el candidato perdería importancia y el programa ganaría preminencia.

Emergería así una alianza sólida, formada por partes que no se separarán por diferencias en la distribución del botín político y unidas por unos pocos objetivos alcanzables.

Algunos me dirán que las medidas propuestas son liberales. ¡Exactamente! De eso se trata. El liberalismo es el único paradigma que puede ofrecer un discurso de recambio, ideas frescas, nuevos dirigentes políticos, cero cola de paja, energía y decisión para poner en vereda a las fuerzas conservadoras del colectivismo.

De prisa, señores, que el tiempo corre.



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