2023, annus horribilis

Brújula Digital |28|12|23|

Juan Antonio Morales

Luego de las tragedias que afectaron a la familia real inglesa en 1992 se recuperó la expresión latina de annus horribilis para referirse a un año con muchos acontecimientos funestos. Desde entonces se ha estado empleando el latinajo, aplicándolo a países que atravesaban por momentos lamentables. Se lo aplica también al mundo entero.

Este año termina con dos grandes y mortíferas guerras: la producida por la invasión de Rusia a Ucrania y el drama de Gaza. La guerra ruso-ucraniana parece haberse empantanado y la prensa internacional ya no le da tanta importancia como el año pasado. El empantanamiento está produciendo fatiga en los países que apoyan a Ucrania y está desestabilizando la macroeconomía de Rusia.

La situación en Gaza, en cambio, tiene al mundo en vilo. La opinión pública mundial condenó, con razón, el ataque de Hamas a ciudadanos israelíes el 7 de octubre. Fue un ataque de una rara crueldad, afectando a civiles, entre ellos, niños y ancianos. No atenúa la crítica la constatación de que el terrorismo es arma de los débiles. Le asistía la razón a Israel en castigar a los culpables de esta salvajada, pero la respuesta al ataque es empero completamente desproporcionada, con una Ley del Talión cien veces aumentada. Además, los castigados son los inocentes, no los culpables.

Durante años se consideraba a los servicios de inteligencia de Israel como los mejores del mundo. Difícilmente se entiende que no hayan previsto el ataque de Hamas. Incluso el New York Times informó que el Gobierno de Netanyahu apoyó en el pasado en secreto a Hamas para debilitar a la Autoridad Palestina y, sobre todo, para impedir que la idea de dos Estados cobrara fuerza.

Si bien los servicios de inteligencia israelíes no estuvieron a la altura el 7 de octubre, se esperaría ahora que ellos localicen a los que cometieron las atrocidades. No lo han estado haciendo y el bombardeo indiscriminado de Gaza está afectando sobre todo a la población civil. Son estremecedoras las imágenes de la televisión de padres y madres llorando a sus niños muertos y de niños haciendo lo mismo con sus padres víctimas de los bombardeos. Además, en un acto de extrema crueldad se está privando a los palestinos de Gaza de agua, alimento, combustible, electricidad y cuidados médicos. Se deja entrar con cuenta gotas una ayuda humanitaria harto insuficiente.

Además de las guerras mencionadas hay otros puntos de conflicto como los del Sudán y Yemen, entre otros. Se está muy lejos de la paz mundial, que se tenía hasta hace pocos años. A pesar de ese desolador escenario político, la economía de los países industrializados, especialmente la de Estados Unidos, se comporta bien. Los economistas y los analistas se equivocaron en las predicciones de principios de año, de que la subida de las tasas de interés para combatir la inflación produciría una recesión. Ha pasado todo lo contrario, la economía norteamericana está creciendo por encima de su tasa de largo plazo. Los mercados financieros, por los que se tenía grandes temores, se han portado bien. Las crisis bancarias de principios de año no parecen haberlos afectado.

En el país no hemos tenido un annus horribilis, pero hemos estado cerca. Se ha afectado a la convivencia pacífica con los presos políticos, con los avasallamientos de tierras por los interculturales y con las violencias de los cooperativistas mineros. Los carteles del narcotráfico están cada vez más belicosos. Con una “maniobra envolvente” se ha prorrogado el mandato de los altos magistrados para que el Ejecutivo siga controlando al poder judicial, cayendo en lo que los expertos legales llaman legalismo autocrático.

Las escaseces de dólares y de carburantes, y la falta de acceso a fuentes internacionales de financiamiento, en sí mismos problemáticos, están afectando también a la producción. El gobierno sigue ignorando los problemas y pensando que, con la propaganda de una industrialización, que no se nota, va a solucionarlos.