Política | 12/09/2023

OPINIÓN| Estamos en vísperas de un estallido debido a la crisis climática | Ramiro Pillco-Zola |

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Brújula Digital |12|09|23|

Ramiro Pillco-Zola

Se ha dejado pasar demasiado tiempo en no haberse tomado políticas contundentes para la seguridad hídrica en Bolivia, un país con el 50% de su territorio de clima semi árido y árido, entendido como un ecosistema con grave escasez de lluvias a veces, a la vez muy alejado de los océanos. Esta aridez, en decenas de miles de años, a veces con mayor rigor, hoy viene añadida por el fenómeno climático cálido El-Niño, y encima el calentamiento global del planeta, cuando en esta latitud el incremento de la temperatura ya es en el orden de 1,7 °C. A estas alturas y en todos los departamentos del país que se encuentran en dicho ambiente, han empezado ya a pronunciarse sobre el entrés hídrico, entre tanto las soluciones, las medidas de contingencia reales, están muy lejos.

Las visiones de aprovechamiento hídrico hasta esta parte no han variado, como si la civilización estuviera estancada, quienes están a cargo se guían sobre criterios típicos de colectar agua de lluvias mediante el emplazamiento de embalses, sin poder entender que solamente en la región de la ciudad de La Paz, las lluvias se encuentran en franco declive continuo desde febrero negro de 2002; aunque la variabilidad extrema de las lluvias, sobre todo las anomalías negativas fueron fuertes durante el anterior siglo, y en lo más cercano durante los meses de octubre a diciembre de 2022 también. Para recordar las últimas grandes sequías ocurridas en gran parte del territorio corresponden a los años: 2016-2017, 1994-997, 1982, 1974, 1936, 1912. Y hace mil años Tiwanaku desapareció de la faz de la tierra debido a un gran fenómeno climático de sequía.

Aparte de improvisarse el desarrollo de estructuras hidráulicas tradicionales para el aprovisionamiento del agua, existe el agravante de los derechos de aguas entre los grupos de interés y la falta de gobernanza no resueltos en las cuencas; y es que los habitantes en las partes altas siempre han ostentando el mayor derecho al agua, ahora en medio ya de la falta de este líquido, los conflictos sociales se avizoran en todas las direcciones. Ese panorama es reproducible entre las urbes y más aún en las áreas rurales, en las que nacen las fuentes mientras en las ciudades simplemente se consume. De agravarse la sequía por la presencia de un fenómeno Niño, ningún embalse que abastece a las ciudades del El Alto y La Paz podrá asegurar agua en el periodo 2024.

Literalmente, el Estado se equivoca al no innovar las obras de conservación del recurso líquido considerando sistemas áridos y solamente apuntar a una sola metodología de trabajo, pero también es comprensible al tener un Estado que no cuenta de un brazo operativo científico-tecnológico para buscar las mejores alternativas.

Sin embargo, he aquí algunas ideas de soluciones basadas en la naturaleza de la experiencia internacional, de costos mínimos: para empezar, crear estanques gigantes elevados al estilo de Tiwanaku para cosecha de aguas de lluvia y aprovechando la gravedad; reforestación nativa de microcuencas para la mejora de la convección y condensación de nubes y el sembrado del agua; cosechas de aguas de lluvia y nieve en carreteras, techos, laderas, calles; cosecha de aguas subsuperficiales; desarrollo de presas subterráneas y acuíferos artificiales; recarga de bofedales y de abanicos; recarga artificial de acuíferos y desarrollo del riego subterráneo; agricultura en agroforestería y prescindir del riego tradicional.

Entre las soluciones estructurales se pueden indicar: atajados en las laderas de la cordillera entre 4.500 y 5.000 metros sobre el nivel del mar, con trasvase y bombeo; explotación intensiva de las aguas subterráneas del altiplano con recargas artificiales, usando aguas residuales de las ciudades; aprovechamiento hidroenergético en la parte superior de las plantas de aguas potable para el bombeo y trasvase de agua; desarrollo de plantas para el reúso de aguas domésticas; incorporación de plantas de tratamiento de aguas salinas y salobres; construcción de megacisternas; trasvase de aguas mediante túneles en longitud de 100 km (sistema Qanat); trasvases oceánicos; finalmente, educación climática e hídrica para toda la población.

Aún se podrían nombrar más ejemplos sobre los anteriores, pero el tiempo es insuficiente; es más, para muchas de las estrategias se necesitan estudiar y desarrollarse metodologías para luego implementarlas; en consecuencia, son instituciones de gran valía y eficiencia tecnológica pero que no existen. Lo único que se puede sugerir por el momento es la de dar el paso al gran racionamiento del agua, desarrollar un programa amplio para la explotación de las aguas subterráneas y cambiar de las fuentes superficiales por las subterráneas, y si es que hubiera una gran conciencia, reeditar en estas tierras la lucha infernal de los incas contra la crisis climática, quien sabe de por vida.

Ramiro Pillco-Zola es hidrólogo, especializado en tecnologías de conservación del agua.



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