Política | 29/06/2023

Análisis| Detrás de la censura al ministro de Gobierno

En anteriores oportunidades Del Castillo se salvó por un pelo, pero en las últimas horas la aritmética política no dio para que saliera bien librado.

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Brújula Digital |29|06|23|

Hernán Terrazas E.

Los intereses coinciden. Arce es adversario tanto de Evo, como de la oposición, y ambos bandos actuaron en consecuencia con la censura, por dos tercios del voto, del ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo.

Figura controvertida si las hay y, por lo que se sabe, uno de los personajes de mayor confianza del Presidente, Del Castillo ya es un casero de la Asamblea Legislativa Plurinacional. En anteriores oportunidades se salvó por un pelo, pero en las últimas horas la aritmética política no dio para que saliera bien librado.

Las censuras no dejan de ser un saludo a la bandera, porque los presidentes pueden, después de la destitución, volver a posesionar al ministro afectado, pero en este caso el procedimiento revela por lo menos un par de cosas: que Arce ya no tiene control alguno sobre la bancada “radical”, leal a Evo Morales, y que la oposición no encuentra mejor ocupación que contribuir a la división interna en el partido de gobierno.

Aunque parezca chiste, con el acto de censura de ayer la Asamblea mostró su primera señal de independencia respecto del Órgano Ejecutivo, tendencia que podría mantenerse en los próximos dos años y complicar todavía más la de por sí accidentada gestión del presidente.

Arce está pagando el precio de disputar la candidatura presidencial en el MAS, pero es muy posible también, y ahí entra Castillo en escena, que existan algunos asuntos pendientes, vinculados al siempre escabroso tema del narcotráfico, que han sido una de las causas determinantes en el acelerado deterioro de la relación con Evo Morales y los cocaleros del Chapare.

Hay quien dice que del Castillo sabe cosas que incomodan a Morales, y que desde el Chapare también se han descubierto algunos deslices policiales que comprometerían la gestión del titular de Gobierno.

A pesar de las sospechas y el cruce de acusaciones, no hay nada en firme, salvo algunos jefes policiales detenidos a quienes, por cierto, no se les permite abrir la boca y mucho menos se acepta su extradición a Estados Unidos.

Si Arce opta por aceptar que Castillo se vaya, habrá perdido a lo sumo una pelea simbólica, pero es poco probable que represente un cambio en los problemas internos del partido. Si lo ratifica confirmará que ha logrado articular fuera de la ALP un bloque de respaldo social que le permita gobernar con movilizados a su favor, tal y como hizo Evo Morales en varios momentos de su primera gestión, cuando no tenía el control del Senado.

Cabe también la posibilidad de que a la radicalidad de los leales a Morales corresponda también una mayor firmeza desde la Casa del Pueblo, no solo declarativa, como hasta ahora, sino con hechos que puedan arrinconar paulatinamente al enemigo principal, incluido un cambio de gabinete que incorpore a representantes de las fuerzas sociales.

La declaratoria de guerra entre masistas viene de hace un buen tiempo, pero los disparos han comenzado a escucharse cada vez más cerca y todo indica que se vienen nuevas turbulencias.

Por lo pronto, ninguno de los jefes en la contienda ha salido bien parado en la arena pública. Ya es común que las encuestas muestren una caída sistemática en la popularidad de ambos. Morales peor que Arce, pero ambos en el cuadrante negativo y el MAS extraviado y sin agenda de futuro.

De proyecto dominante el MAS se ha convertido en un “instrumento político” para el ajuste de cuentas, un signo de deterioro que indica la posibilidad de que el fin de la hegemonía está cada vez más cerca. Si el MAS de achica, gana la democracia.

Hernán Terrazas es periodista



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