Política | 19/06/2023

OPINIÓN | El ciclo del poder y la nueva oligarquía azul

Un tercer momento pone en evidencia lo previsible: los nuevos revolucionariosn (MAS) quebraron la cápsula de poder vigente y democratizaron la democracia. Sin embargo, su decadencia ha comenzado.

Foto: ABI

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Brújula Digital |18|06|23|

Diego Ayo

Bolivia vivió de 2006 en adelante un momento democrático verdaderamente intenso. Una nueva estructura sociopolítica empezó a consolidarse. Una nueva estructura compuesta de campesinos, colonizadores, cocaleros, gremialistas y/o cooperativistas mineros. ¿Cómo llegamos a esta relevante democratizadora coyuntura histórica? La respuesta a esta pregunta pone sobre el tapete un elemento teórico substancial: la repetición histórica. La terca repetición histórica que devela el acto revolucionario de 2006 (o el conjunto de actos revolucionarios de 2000 a 2006) como un acto usual desde la mirada histórica de larga duración. La revolución convertida no en una excepción en nuestra historia sino en un momento cúspide “normal” en lo que significa la construcción del poder en Bolivia. ¿Cómo puede y pudo ser normal?

En tanto esta construcción de poder delinea, una y otra vez, un ciclo. Este ciclo se inicia con la revolución, cuyo mérito reside en quebrar la vieja estructura de poder, suplirla y gobernar con protagonistas nuevos, y concluye, tras aproximadamente dos décadas, con la transformación de estos actores revolucionarios en los nuevos actores dominantes: los mismos que quebraron el viejo orden convertidos ahora en la nueva oligarquía. A ese fenómeno hemos llamado “encapsulamiento”. Los otrora revolucionarios terminan pues, a su vez, prisioneros de una nueva cápsula de poder. De ese modo, el ciclo se reinicia, con nuevos actores buscando quebrar la cápsula, democratizar el poder, para nuevamente, tras un periodo de tiempo, acabar ellos mismos encapsulados. 

Esa ha sido la terca dinámica histórica que caracteriza a Bolivia. ¿Qué rasgos sobresalen en este reiterativo periplo histórico? A saber:

uno, la presencia de una estructura de poder encapsulada que gobierna para beneficio de la(s) oligarquía(s) que vive(n) en la cápsula;

dos, la existencia de un conjunto de actores que viven fuera de la cápsula. Los actores marginales que conforman una estructura social de no-poder;

tres, la paulatina deslegitimación, por diversos motivos, de los detentadores del poder, que corre paralela al igualmente paulatino empoderamiento de la estructura social de no-poder “des-encapsulada”;

cuatro, la politización de esta estructura de poder paralela y marginada que consigue destruir la cápsula del poder vigente en lo que puede denominarse un acto revolucionario;

cinco, la consolidación de un nuevo gobierno cuyas políticas favorecen preferencialmente a la nueva estructura de poder;

seis, su gradual deslegitimación cuyo resultado es precisamente el de posibilitar la aparición de una nueva cápsula de poder, y,

siete, el reinicio del ciclo revolucionario aupando el levantamiento de una nueva estructura de poder. 

Podemos señalar tres momentos históricos en que el ciclo tuvo lugar (ver gráfico adjunto):

Podemos distinguir lo siguiente:

Un primer momento de manifestación del ciclo a lo largo del periodo dictatorial (1978-1985). Se observan los elementos teóricos señalados: una estructura de no-poder, que acabó por vencer a la cápsula. En esta última estaban congregadas las Fuerzas Armadas además de los actores “duros” del poder: las burguesía financiera, minera, agroindustrial junto con el surgimiento de nuevas clases medias urbanas. Mientras fuera de la cápsula se distinguían la COB, la CSUTCB junto con actores urbanos universitarios visualizados fundamentalmente en la presencia del MIR. Finalmente, esta estructura de poder marginal venció y destruyó el orden vigente.

Un segundo momento (1985-2005) pone en evidencia que ciertos actores, otrora marginales o “desencapsulados”, acabaron por erigir, tras un determinado tiempo, una nueva cápsula. No es pues casual que el MIR, algunos actores de la vanguardia campesina y/o altos representantes de la COB, acabaran insertos en el nuevo espacio de reproducción oligárquica del poder. En cuyo caso, la pregunta central no puede ser otra que la siguiente: ¿quiénes quedaron fuera de esta nueva cápsula? Como se ve en el gráfico, la nueva estructura de no-poder estuvo representada por campesinos, colonizadores, cooperativistas mineros, gremialistas y/o cocaleros.

Un tercer momento (2006-¿2023?) pone en evidencia lo previsible: los nuevos revolucionariosn (MAS) quebraron la cápsula de poder vigente y democratizaron la democracia. Sin embargo, su decadencia ha comenzado. Los tiempos de empoderamiento social no tienen fechas fijas que señalen su aparición, pues el poder paralelo y clandestino va asomando gradual e imperceptiblemente. Empero, una fecha simbólica es indudablemente el 21 de febrero de 2016, día en que el gobierno liderado por Evo Morales perdió el referéndum que tuvo a bien organizar por cuenta propia. Esta derrota marcó un hito fundamental, cuyo desenlace no es otro que la visualización de una nueva cápsula de poder, vaya ironía, conformada por los denominados “movimientos sociales”. La nueva oligarquía, pues, se compone de quienes hoy continúan esgrimiendo un discurso progresista, se siguen sintiendo “los pobres” y mantienen el membrete de “izquierda”. No es cierto. Hoy hay nuevos actores marginales. Hoy hay una nueva estructura de no-poder comenzando su proceso de empoderamiento.

¿Y quiénes son estos potenciales actores que del no-poder transitarán indefectiblemente al poder? La lista es variada y no sabemos cuáles de estos actores quebrarán la férrea capsula de poder que empieza a pringarse de mafias del narcotráfico. Empero, podemos citarlos.

Jóvenes periurbanos de las principales ciudades del país. La mayor parte de ellos no tienen trabajos estables y, en el mejor escenario, cumplen labores universitarias),

Indígenas de tierras bajas: ya se sabe que al menos 15 a 21 de estos pueblos indígenas están en peligro de extinción,

Mujeres del área rural: las más discriminadas y olvidadas por el “proceso”.

Actores del LGTB: usualmente relegados y con cada vez mayor presencia en las ciudades.

Clases medias urbanas con especial mención a los médicos que lograron detener el intento de mellar sus derechos. Lo hicieron en dos ocasiones, 2012 y 2017.

Cocaleros de los Yungas, marginados y, sobre todo, con algunos de sus líderes actualmente en prisión.

La “nueva” ciudad de El Alto, que pasó de los 650.000 habitantes en el censo de 2012 a más de un millón en 2022. Además, cuenta con la UPEA, que de 2005 a la fecha incrementó su población de 5.000 estudiantes a aproximadamente 60.000.

La región metropolitana de Santa Cruz, que pronto alcanzará la cifra de tres millones de habitantes (evidencia una lógica regional única en el país: altiva, aunque permanentemente agredida por el gobierno).

Discapacitados, un “ejército” de aproximadamente 100 mil bolivianos permanentemente ignorados o vulgarmente clientelizados.

¿Podrán estos nuevos actores tomar la batuta en la historia de Bolivia? Sí, lo creo. Hay que esperar, aunque, sobre todo, alentar, persuadir e impulsar. 

Este texto es parte de una serie preparada por el cientista político Diego Ayo sobre Sobre casi dos décadas del “proceso de cambio".

BD / RPU



Documentos adjuntos

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