Política | 20/04/2022

“Prefiero morir antes que declararme culpable y vender mis principios”: Marco ha muerto

El desfalco supera los 180 millones de dólares. Cifra que en cualquier país llevaría a una profunda investigación. Esto no ocurrió, Marco fue el único detenido y el único que fue trasladado en este tiempo a 50 cárceles y carceletas del país, otro hecho por demás icónico en la historia negra de Bolivia.

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Claudia Soruco, especial para Brújula Digital

|19|04|22|

Era esos días fríos, de esos días en que las filas estaban abarrotadas de parientes, amigos y conocidos que van a hacer visita en la hacinada cárcel de San Pedro. Vino un muchacho para dirigirme a ese espacio. Atravesar ese patio de hecho ya es bastante trágico. Esos rostros, esa desesperación, esa incertidumbre, son evidentes. Y ahí estaba, sentado, con una postura segura y una mirada firme que jamás bajaba, pese a toda una historia y odisea judicial que derrumbarían a cualquiera. Ahí estaba ahí Marco Aramayo. Preso, más de seis años para ese día de visita.

Su carácter cordial, tradicional de la gente de oriente no cambió, a pesar del encierro que ya para esas fechas haba sido catalogado por el Instituto de Terapia e Investigación (ITEI) como tortura, humillación y hasta privación de los servicios básicos como asistir al baño.

Sí, todo eso no logró arrebatar la templanza y firmeza en la denuncia que hizo en 2013, de un favorecimiento de millones de bolivianos del Fondo Indígena a unos cuantos dirigentes, de las obras fantasmas en zonas donde la pobreza y la lejanía impiden que sus pobladores accedan a información, de proyectos con desembolsos billete a billete y sin ningún plan, ejecución y conclusión.

El desfalco supera los 180 millones de dólares. Cifra que en cualquier país llevaría a una profunda investigación. Esto no ocurrió, Marco fue el único detenido y el único que fue trasladado en este tiempo a 50 cárceles y carceletas del país, otro hecho por demás icónico en la historia negra de Bolivia.

En todos estos años de detención preventiva, Marco ratificó cada una de sus denuncias documentadas y, pese a la presión y torturas físicas y psicológicas sistemáticas de la justicia y de sus operadores, nunca claudicó.

“Vinieron a verme muchos, muchos políticos, funcionarios, mucha gente, pero jamás me eché para atrás”, fueron sus palabras mientras yo tomaba apuntes.

Y en tremenda odisea, con bajones en su salud cada vez más agudos y con denuncias de torturas desde periodistas, organismos e instituciones de la sociedad civil, Marco aún creía que hallaría justicia.  Sí, el único preso por el gran desfalco en el Fondo Indígena, creía que la justicia obraría como corresponde.

Creía que algo de coherencia habría, pero los procesos en su contra sumaban y sumaban en cada audiencia y llegaron a superar los 250, una cifra jamás vista en la historia de Bolivia y me atrevo a decir, en la historia del mundo.

Todo esto lo vivió en medio del silencio y hermetismo de una sociedad que tal parece que normalizó el comportamiento de una justicia tan echada a menos Normalizamos o quizás ya nos resignamos a ver ausente incluso el respeto a los derechos humanos.

Entre soportar todo ese escenario de clamor de auxilio, olvidó de los actores públicos y políticos, irregularidades del proceso judicial y la evidencia de un sistema por demás corrompido, Marco dijo una de las frases que deben quedar guardadas en memoria de un privado de libertad que merecía un debido proceso y que exigía que este hecho de corrupción de quedé archivado:

 “Prefiero morir antes que declararme culpable y vender mis principios”. Marco ha muerto. En medio de la tortura, olvido y la decadencia de este sistema, el denunciante del gran robo en el Fondo Indígena ya no está.

Caludia Soruco es periodista.



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