Política | 21/12/2020

Salvador Romero, personaje del año según Cabildeo Digital

Salvador Romero jugó un papel en primera línea en la batalla por devolverle al Tribunal Electoral su independencia y a los bolivianos la confianza en las elecciones como única forma pacífica de resolver una crisis tan profunda como la que padecimos en los últimos 12 meses. (Amalia Pando)

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Brújula Digital |21|12|20|

Amalia Pando / Tomado de Cabildeo Digital

En este horrible año ocurrió algo extraordinario en Bolivia. Se realizaron elecciones libres y democráticas en medio de una terrible pandemia. Salvador Romero fue el impulsor de esta proeza.

Las elecciones de este año resolvieron la crisis política que se desató en octubre del año pasado por el fraude electoral y la posterior anulación de esas elecciones. Después de 14 años del imperio del régimen del MAS, se constituyó este excepcional Tribunal imparcial, casi como un milagro político, en remplazo de los vocales del fraude, los serviles al entonces candidato oficialista.

El nuevo Tribunal Electoral fue posible, primero, gracias a que el presidente Evo Morales había huido; segundo, a la formación del gobierno constitucional transitorio de Jeanine Añez, que nombró a Salvador Romero como su representante; y, tercero, al consenso logrado con la mayoritaria bancada del MAS, dirigida por Eva Copa y Sergio Choque, que viabilizó el nombramiento del resto de los integrantes del nuevo TSE. Tres factores que no volverán a repetirse.

La pandemia del coronavirus impuso dos postergaciones que obligaron a Romero a realizar arduas negociaciones con los partidos políticos y particularmente con el MAS, atrincherado en el Legislativo.

Tras los violentos bloqueos del mes de agosto, finalmente el MAS aceptó la última postergación de las elecciones. En ese mes de los bloqueos, Salvador Romero no aflojó su postura. El Covid-19 estaría de bajada recién en octubre. Antes de ese mes, las elecciones representaban un peligro de contagio masivo, peligro que al MAS no parecía importarle.

Negociaciones internas

Romero logró unificar al TSE, que tiene dos vocales masistas, al igual que todos los suplentes.  A pesar de ello, el Tribunal Electoral actuó como un cuerpo institucionalizado, reconocido por todos los partidos políticos y la comunidad internacional.

Este Tribunal hizo respetar la Constitución, el espíritu del 21F y de la movilización de los 21 días: inhabilitó a Evo Morales, autoexiliado en Buenos Aires quien, siguiendo los pasos de Cristina Kirchner, quería candidatear para senador.

Y llegó el día de las elecciones, que fueron impecables. Seis millones de electores usamos barbijo y en las filas tomamos el recomendado distanciamiento social. Los expertos aseguraron que este evento masivo no tuvo incidencia en los casos de Covid-19. Las elecciones se organizaron con menos presupuesto que en 2019 y los resultados oficiales se conocieron en tiempo record, en solo cinco días, cuando el promedio de anteriores elecciones fue de 19 días. Los resultados fueron sorprendentes, inclusive para el MAS que resultó ganador con más del 55%. Las encuestas se habían equivocado de cabo a rabo.

En un intento de negar la realidad, surgió un radicalismo opositor que levantó sospechas sobre un fraude confabulado entre Romero y el MAS.  La vocal Rosario Baptista se prestó a este juego, pero Romero logró mantener la unidad del TSE. Igual que Trump en Estados Unidos, mucha bulla y ninguna prueba. Muy diferente a lo ocurrido en 2019.

Las seis alianzas partidarias que participaron de las elecciones reconocieron los resultados al igual que los representantes de organismos internacionales, como la OEA y la Comunidad Europea. A pesar de ello, en las redes sociales no hubo nadie tan insultado, difamado y humillado como Salvador Romero.

Las “pititas”, ¿derrotadas?

21 días después de las elecciones (otra vez 21) en Bolivia se instaló el gobierno, con un Parlamento renovado, con mayoría del MAS, pero sin los dos tercios, y dos bancadas de oposición, la de Comunidad Ciudadana y la de Creemos. 

Aunque el aplastante triunfo del MAS parece una derrota de la movilización de las “pititas”, no la es. Esa colosal movilización de 21 días tuvo tres demandas: pedía que se anulen las fraudulentas elecciones, que se cambie al Tribunal Electoral y que Evo Morales no vuelva a ser candidato. Las tres se cumplieron.

Muchos creímos que sin la candidatura de Evo Morales, el MAS emprendía su retirada y que el opositor Carlos Mesa podía ganar o mínimamente ir a una segunda vuelta. No fue así. Por el contrario, sin Evo, el MAS cobró fuerza. Saco más votos que en 2019. Sin embargo, el resultado electoral no cambia la consecución de los tres puntos que movilizaron a cientos de miles de ciudadanos.

Pero, además, en el interior de MAS, con motivo de la elección de candidatos para las subnacionales, hay una revuelta en sus bases que ya no reconocen a Evo Morales como el Jefazo eterno e incuestionable. Le tiran sillas y le gritan “fuera, fuera”.  Los 21 días de “pititas” no fueron en vano.

La vía pacífica

Salvador Romero jugó un papel en primera línea en esta batalla por devolverle al Tribunal Electoral su independencia y a los bolivianos la confianza en las elecciones como única forma pacífica de resolver una crisis tan profunda como la que padecimos en los últimos 12 meses.

Y, finalmente, el TSE reconoció la unión libre del mismo sexo, decisión valorada por todos los organismos de derechos humanos.

Si el MAS, abusando de su mayoría parlamentaria, saca a Romero del TSE para reemplazarlo por uno de sus serviles militantes, no volveremos a tener elecciones libres, limpias y democráticas, como ocurre en Venezuela y Nicaragua.

Son razones suficientes para elegir al presidente del órgano electoral, Salvador Romero, como el Personaje del Año 2020.



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