27/08/2018

Jóvenes: imitar o innovar

Entre los cientos de mensajes por WhatsApp o Facebook que una persona suele recibir cotidianamente, un considerable número de ellos son de padres que piden ayuda a sus contactos para encontrar algún trabajo para sus hijos. Los jóvenes en Bolivia, profesionales o no, padecen la angustiante peregrinación de encontrar un trabajo; lo que los obliga a no cuestionar las condiciones que les permitan acceder a un empleo; sin discutir si el salario es bueno, regular, malo o inexistente.

En la cabeza de los chicos de entre 22 y 30 años no caben la idea o el deseo de comenzar un trabajo donde se eternizarán o “harán carrera”, como pensaban sus padres o más propiamente sus abuelos. El panorama laboral actual se aprovecha de la necesidad de los jóvenes para precarizar cada vez más su propuesta, disminuir los salarios, la carga social, y el desembarazarse de la capacitación de su personal.

Ante esta situación, muchos jóvenes optan por autogestionar un empleo. Algunos lo hacen con una planificación basada en alguna investigación y un capital de arranque estudiado. Pero la gran mayoría improvisa, no por decisión, sino por desesperación. Y ese es un problema, porque quien lo haga se enfrentará a una actividad que desde el inicio carece de sostenibilidad. Siguiendo esta lógica, los emprendimientos por sobrevivencia son fugaces, terminan en trabajo disfrazado y están faltos de innovación, punto esencial para que se conviertan en una actividad con futuro, que genere capital y para que finalmente represente un signo de desarrollo personal y social.

Los actuales emprendimientos son empleos informales que no diversifican sus productos, tienen baja productividad y no generan valor agregado. Se convierten en una copia o imitación de alguien que pone un pequeño puesto de venta y a continuación surgen 20 nuevos realizando la misma actividad. Esto tiene que ver con la base de la educación en el país, que todavía prepara repetidores o imitadores sin dar suficiente crédito a la creatividad e innovación.

Por esto, las políticas de empleo juvenil deberían contemplar la educación en las aulas desde la escuela primaria. Si la idea es convertirnos en un país innovador, deberíamos formar verdaderos emprendedores que se reten a exponer diversidad productiva, fruto de una investigación para sustentar la planificación que concrete su creatividad. Esto también tiene que ver en definitiva con el cambio de la economía en nuestro país, que necesita dejar su raíz extractivista y convertirse en una economía productiva. Esto se consigue cambiando la mentalidad de la gente, de los niños y los jóvenes, quienes necesitan despertar nuevas vocaciones y emprendimientos, respaldados desde el sistema educativo y financiero.

Lucía Sauma es periodista



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