Ofuscado y nervioso, Evo cometió grandes errores. Pidió una entrevista al propagandista Jimmy Iturri y finalmente le dijo “gracias por aceptarme esta entrevista” pero pasó desapercibida, ningún medio comentó la entrevista, ni siquiera los paraestatales y tampoco se viralizó en las redes.
Luego, envió una carta a Chile para “negociar” la salida al mar (a pesar del fallo negativo de La Haya y el agotamiento de esa vía litigiosa), pero ya no fue tapa de los periódicos. Acto seguido, anunció el doble aguinaldo esperando ser ovacionado, pero todos los comentarios fueron en contra. Es decir, una seguidilla de torpezas políticas que no reflejan otra cosa que el efecto de la postulación de Carlos Mesa. Con todo esto, lo único que ha hecho es confirmar que su tiempo, el tiempo de Morales, ya no es el tiempo de Bolivia. Y el tiempo de Bolivia ya no es el de Morales, sino de los ciudadanos y ciudadanas.
Evo es incapaz de procesar bien lo que está pasando, no acepta que dejó de ser el centro de la política boliviana. “No puede entender” cómo empieza a ser parte del pasado y que su discurso además de repetitivo se ha puesto rancio. Definitivamente al Presidente le sienta muy mal el rechazo de la gente.
La democracia tampoco le sienta bien al Presidente, nunca pudo superar el NO del 21F, por eso manipuló al TCP para “habilitarse”; pero como en el deporte, si alguien gana una carrera dopado se le quita la medalla. A Morales, que juega haciendo trampa, la ciudadanía le ha retirado todo el apoyo.
Hoy las encuestas lo colocan insistentemente en caída, pero como todo autoritario, antes de desplomarse completamente es capaz de cualquier brutalidad. Lo veremos el 8 de diciembre cuando el TSE, obedeciendo la Constitución y las leyes, no lo inscriba.
Paola Cortés es abogada.
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