Cultura | 23/11/2023

|CRÍTICA|Mario Monje, el PCB y la guerrilla del Che|Arturo D. Villanueva|

El libro tiene indudablemente muchos méritos. Uno de los aportes más importantes que además se analiza detalladamente, es desentrañar y romper el mito (que a la vez fue una gran denostación pública e internacional), acerca de la supuesta traición que Fidel Castro y el régimen cubano habían esgrimido en contra de Mario Monje

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Brújula Digital |23|11|23|

Especial de Arturo D. Villanueva  

Salir del paso (Ed Plural), de Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta, llega en un momento muy especial para la sensibilidad nacional y el interés colectivo del país. Y es así, porque abordar el asunto de las guerrillas en Bolivia no solo implica remover el gran impacto que tuvieron en el ámbito político e ideológico nacional, sino inclusive en la esfera íntima, subjetiva y existencial de muchas personas y entornos familiares que nos vimos profundamente interpelados por las ideas y el accionar de dicha experiencia.

El libro tiene indudablemente muchos méritos. Ya hablé de algunos de ellos en este artículo. Uno de los aportes más importantes que además se analiza detalladamente, es desentrañar y romper el mito (que a la vez fue una gran denostación pública e internacional), acerca de la supuesta traición que Fidel Castro y el régimen cubano habían esgrimido en contra de Mario Monje y la cúpula dirigencial del Partido Comunista de Bolivia (PCB), como la causa principal (sino la más importante), de la derrota del movimiento guerrillero que el Che impuso en Bolivia.

Los autores logran establecer que no solo no hubo tal traición, sino que fue el propio Che quién engañó a la dirigencia, desatando fuertes disputas internas y disensos que, al margen de afectar todo el aparato organizativo, inclusive forzaron a la adopción de decisiones personales; y todo con tal de imponer su decisión unilateral para desarrollar el proyecto guerrillero en Ñancahuazú. La revelación es inapelable por su contundencia y respaldo documental, pero también es origen de un vacío que, a nuestro entender, no se logra visualizar.

Mario Monje

Sucede que la trama tiene muy diversos pormenores y entretelones que los lectores seguramente disfrutarán a lo largo de la lectura del contenido del libro. Sin embargo, aquí voy a referirme a una que me parece crucial, pero que se aborda de una manera separada.

La referencia tiene que ver precisamente con las razones que se arguyen (y los autores rebaten como vimos), acerca de la supuesta traición del PCB y su entonces primer dirigente Mario Monje.

Para Fidel Castro y el régimen cubano, los principales motivos que explicarían dicha supuesta traición, se deberían a una posición “chovinista” que “tal espécimen revolucionario (refiriéndose a Mario Monje), tuvo el atrevimiento de discutirle al Che la jefatura política y militar del movimiento”. Además, de haber “saboteado el movimiento al interceptar militantes bien entrenados que iban a unirse a las guerrillas, cuyo desarrollo es criminalmente frustrado por dirigentes incapaces, charlatanes y maniobreros”.

Esta explicación está expuesta en una de las pocas fuentes oficiales disponibles, que ha sido publicada como una “Introducción necesaria”, escrita por el propio Fidel Castro y que prologó precisamente la primera versión cubana del diario del Che en Bolivia.

Como se puede advertir, más allá de la alusión “chovinista”, allí NO se hace absolutamente ninguna mención a que Mario Monje o el PCB se hubiesen opuesto y objetado al establecimiento de guerrillas en Bolivia, porque en realidad disentían con la estrategia del foco y planteaban en cambio una visión insurreccional como método de lucha. Es decir, no se hace mención a la existencia de una visión estratégica diferente, que Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta se esfuerzan en destacar como un enfoque más acorde al contexto y la historia del país, que emergería de su simpatía con el “nacionalismo” del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) que condujo la revolución del 1952.  

El problema reside en que una vez establecido que no hubo tal traición, lo que no logran percibir los autores en el desenredo de la trama, es que lo que verdaderamente revelan ambas posiciones Che Guevara-PCB, más allá del desmentido a las acusaciones de traición efectuadas; es que se trata de un conflicto de disociación mutuamente incomprendida de dos visiones diferentes (irreconciliables?), sobre lo que los movimientos de liberación representan y buscan conseguir.

En un caso, el de Mario Monje y su cúpula dirigencial, que inclusive habían condescendido y participado contradictoriamente en los campamentos de formación de cuadros guerrilleros armados en Cuba; efectivamente tienen y plantean una visión insurreccional opuesta a la estrategia del foco guerrillero, cuyo locus principal era localista y más acorde al desempeño histórico nacional. Sin embargo, esta posición tiene un añadido (por cierto muy importante), que no es mencionado ni tomado en cuenta; siendo que la misma no solo implicaba un fuerte lazo de identificación y acatamiento con la línea internacional del estalinismo moscovita, sino que en mérito a dicha “lealtad” también les granjeaba el respaldo (ideológico) necesario.

Es decir, no se trataba únicamente de un desacuerdo y oposición (“nacionalista”) frente a la estrategia foquista, sino también una manera muy propia (“astucia criolla” suele decirse), de alinearse detrás de la burocracia estalinista internacional, que por cierto también era desdeñada por algunos sectores al interior del PCB que no solo respaldaban a la guerrilla del Che, sino que se adhirieron a su movimiento. Aquí, parece claro que no se logra comprender ni visualizar el alcance continental más profundo que rebasa el localismo nacional en el que Mario Monje y su cúpula estaban ensimismados. El sueño era tan grande como al mismo tiempo imperceptible a los ojos de quienes tenían la obligación de desprenderse de aquellos localismos (quizás legítimos), pero que limitaban una visión más continental y anticapitalista.

En el otro extremo está el Che (eventualmente respaldado por Fidel Castro), que lo que en el fondo planteaba no era una disputa mezquina por encabezar y dirigir un movimiento guerrillero en Bolivia con un acto de injerencia avasalladora inadmisible (como prefieren repudiar los autores del libro); sino que de lo que se trataba era de un movimiento de envergadura internacional y antiimperialista de alcances continentales, que además tenía la virtud de poner en evidencia aquel aparato burocrático anquilosado que, bajo la idea de la “convivencia pacífica”, no solo daba las espaldas a los movimientos de liberación, sino que en la práctica convivía y se sometía al capitalismo que decía combatir y repudiar. Aquí el problema radicó en que dicho movimiento impuesto por el Che, no tuvo la virtud de adentrarse y tomar en cuenta la realidad y la historia nacional de Bolivia.

Sin entender al otro

En la disputa, ninguno de los polos tuvo la oportunidad ni la grandeza para mirar y tratar de entender al otro. Actuaron en consecuencia, pero en líneas separadas mutuamente disociadas e incomprendidas. Y cuando Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta efectúan su análisis, ellos también prefieren aferrarse, subrayar y ensalzar lo que denominan como el carácter “nacionalista” de Mario Monje y la cúpula del PCB. No caen en cuenta que si bien ese enfoque localista tenía el mérito de responder a la historia nacional, no solo implicaba un tácito alineamiento detrás de aquella burocracia estalinista que al interior de su propio partido también era repudiada; sino que también coartó la posibilidad de abrir las puertas a nuevas corrientes de pensamiento y acción que quizás podrían haber decantado en un enfoque renovado y fresco que tuviese la virtud de mirar, interpretar y actuar con “cabeza propia” sobre la realidad nacional, y al mismo tiempo desechar tanto esa mirada localista ensimismada de la cúpula partidista, como la dependencia asfixiante que representaba la burocracia estalinista de Moscú.

Con sueños no se construye la historia ni el futuro se podrá replicar; sin embargo, no hay que olvidar que en ese mismo momento estaba por ejemplo la Juventud Comunista (JCB) y militantes tan destacados (sus testimonios de vida así lo acreditan), como la propia Loyola Guzmán (quien estuvo en la guerrilla con el Che), Carlos Soria Galvarro o Ramiro Barrenechea, que durante muchos años continuaron luchando en la búsqueda de un pensamiento y una acción transformadora que responda a los desafíos de la realidad nacional.  

Finalmente, resulta muy sorprendente que Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta, siendo que explícitamente reconocen en su libro la ejemplar lucidez y profundidad de pensamiento de René Zavaleta Mercado cuando analiza la guerrilla; sin embargo, ellos prefieran reivindicar y ensalzar la visión “nacionalista” de Mario Monje y su cúpula burocrática dirigencial que, como se pudo mostrar, tiene el defecto de ser parcial, localista y sumisa. 

En fin, hay otras cosas que se quedan en el tintero; en todo caso la esperanza es que este breve ensayo analítico sea útil para quienes se acerquen como yo, a este importante trabajo que comentamos.

Arturo D. Villanueva es sociólogo



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